Para muchos visitantes de la ciudad de Altea puede aparecer la duda si nos encontramos realmente en España o quizás en Grecia. En nuestra labor dedicada a presentar lugares de la provincia de Alicante que puedan sorprender y robar el corazón de los turistas, nos dirigimos a la citada bella localidad costera.

Situada a 60 km de Alicante, en el centro de la bahía de Altea y perteneciente a la comarca de la Marina Baixa. Se encuentra bañada por el río Algar, rodeada por las Sierras Bernia y Gelada, muy cerca del Peñón de Ifach. Sus limpias aguas mediterráneas y cielo azul contrastan con las fachadas de sus casas blancas. Entre sus edificios destaca la originalidad de la iglesia de Nuestra Señora del Consuelo, famosa por sus características cúpulas de color azul. Probablemente, para muchos no nos sugiera la típica imagen de una población del Levante español, sino una ciudad costera griega. Por ello quizás debamos conceder la razón a aquellos que la denominan como el: »Santorini español». Sus singulares vistas han atraído e inspirado a bohemios de todas partes, convirtiéndose la localidad en un elegido reducto de artistas venidos de todo el mundo. El citado hecho se refuerza con la labor educativa en pro del arte de la renombrada Facultad de Bellas Artes de Altea, perteneciente a la Universidad Miguel Hernández de Alicante. A todo este clima artístico se une la sensación de tranquilidad y sosiego que vienen persiguiendo los turistas al dirigirse aquí.

El origen etimológico del nombre de la ciudad nos remite al término del griego antiguo, Althaia que significa: saludable. Signo de ello resultan los nombres de calles como: Remedios, Salud o Consuelo. Por ello, somos de la opinión que una visita a este lugar puede constituir un perfecto remedio para aislar las pequeñas dolencias y preocupaciones diarias.

La historia de Altea se encuentra enraizada en el quehacer de diversas civilizaciones, entre ellas: íberos, griegos, fenicios, romanos y musulmanes que dejaron su huella en estas tierras. A pesar de todo ello, no alcanzaría el estatus de ciudad hasta el 1279, -gracias a la anexión de Jaime I a la corona de Aragón-. En el siglo XVI, los terrenos localizados junto a la desembocadura del río Algar fueron despoblados y quedaron deshabitados hasta el 1617. Con la creación de la Villa de Altea se ocuparían los terrenos de la actual Altea. Tras la expulsión de los moriscos en 1609 y diversas ofensivas piratas sobre sus tierras, Altea sufrió un considerable estancamiento económico que duraría hasta principios del siglo XVIII. En 1705 durante la Guerra de Sucesión a las orillas de la ciudad llegó un destacamento británico-holandés que apoyaba al archiduque Carlos de Austria. Dicho ejército estacionaba en Altea en su camino a Gibraltar con el fin de hacer acopio de agua potable y víveres. Este hecho favoreció al desarrollo de la agricultura tradicional que constituyó para la mayoría de la población el más importante medio de subsistencia. En el siglo XVIII, aparte del florecimiento del sector agrario, se estimuló la pesca, además del transporte marino y terrestre, generándose un gran crecimiento económico y demográfico en Altea.

En 1869 fue construido el túnel del Mascarat, gracias al cual se pudo unir la carretera de Alicante con Valencia pasando por Altea. En 1889 se aprueba la creación del ferrocarril que uniría Alicante con Denia y permitiría abrir las puertas de la ciudad a los veraneantes. A principios del siglo XX los turistas empezaron a elegir Altea como destino de sus vacaciones estivales, lo que provocó el acercamiento del grueso de la vida de la ciudad a sus orillas. El desarrollo urbanístico se concentró entre la calle del Mar y la plaza del Convento, alejándose cada vez más del casco antiguo original. Desde aquel momento se inició un notable aumento demográfico que motivó la construcción de nuevos edificios en la parte baja de la ciudad, localizada junto al mar.

En los años 70 del siglo pasado se vivió el florecimiento artístico de Altea. Es precisamente en esta época cuando se convierte en un centro cultural, atrayendo a multitud de artistas y personalidades de la cultura. Se organizaron gran cantidad de eventos artísticos y muchas personalidades decidieron instalarse en sus tierras. Entre los habitantes de la ciudad se encontraban celebridades como: Rafael Alberti, Federico Muelas, Pepe Sancho o Sergio Dalma. Altea alcanzó por entonces el estatus de lugar de acogida de pintores, músicos y gente del cine, contribuyendo gradualmente al bohemio clima que se puede respirar en cada rincón de la ciudad.

Si planeamos una excursión o visita a Altea, resulta importante llevar calzado cómodo, ya que el paseo por la ciudad constituye su principal atracción. Podremos recorrer Altea varias veces y en cada ocasión descubriremos nuevas cosas, además de rincones de especial belleza. Como es común en muchas localidades costeras, cuenta con un precioso paseo marítimo que con sus bellas vistas, servirá para relajar nuestras mentes y cuerpos. Además, dispone de 6 km de costa con magníficas playas. En nuestra oficiosa y subjetiva clasificación de sus playas, colocamos en primera posición la playa de l’Olla, allí podremos sumergirnos y dirigirnos a sus pequeñas islitas: L’Illeta o L’Illot. También podemos disfrutar de los encantos de la playa de Barreta o la cala del Soio, rodeados de pinos, rocas y casas típicas. Otros paisajes no los sirve la playa del Cap Negret, con sus oscuras rocas de origen volcánico, y de ahí su nombre: Negret. Después está la Roda, playa urbana y muy concurrida. Si aún nos parece poco, tenemos todavía para elegir: Cap Blanch, El Mascarat y Solsida, -esta última nudista-, aquí los amantes del naturismo podrán broncearse cada contorno de su piel con total tranquilidad.

No debemos olvidarnos de rendir visita al casco antiguo, conocido como El Fornet, sin dejar pasar la tarjeta de presentación de la ciudad, es decir la iglesia de Nuestra Señora del Consuelo con sus cúpulas azules. Asimismo, merece la pena perdernos entre las empedradas y floridas callejuelas con sus blancas casas de tejados azules y de paso dirigirnos a alguna de sus originales tiendas de artesanía. Altea se encuentra plagada de bellas ermitas y torres de vigilancia que avisaban ante posibles ataques de los piratas bereberes. Otros restos monumentales lo constituyen las ruinas del castillo y las murallas Fort de Bèrnia, que fueron construidas alrededor del año 1562. Otro curioso hito de riqueza artística de Altea lo erige la primera iglesia ortodoxa de España. Este templo es una réplica de una iglesia rusa del siglo XVII- para su construcción fueron usados materiales procedentes de los Urales.

A pesar de que en Altea muchos se dirijan en busca de tranquilidad y relax, no deberán dejar de lado sus múltiples fiestas en época estival. De junio a septiembre no encontraremos semana sin festividad,- ya sea local o nacional-, que por supuesto será celebrada con el estruendo y bullicio requerido para la ocasión. Si queremos vivir unas inolvidables sensaciones, merecerá la pena planear una visita para el día 10 de agosto, (festividad de San Lorenzo). Esta jornada nos obligará en más de un momento a contener la respiración ante un impresionante espectáculo pirotécnico que iluminará el anochecer con luz, color y pólvora las aguas de la bahía de Altea.

Para llegar a Altea desde Alicante podemos hacerlo bien por la carretera nacional N-332 o la autopista AP-7. Si queremos hacerlo en autobús, la compañía Alsa te ofrece la posibilidad, precio aproximado 9 euros. Si por el contrario queremos hacer uso del tren regional, tomaremos el TRAM (líneas L1 yL9, coste aproximado 4 euros).
En fin, os deseamos un feliz viaje y estancia.