El monasterio de la Santa Faz se encuentra localizado a unos 5 km de Alicante. El lugar es conocido por poseer la reliquia católica de la Santa Faz; se trata del lienzo ofrecido por Santa Verónica a Jesucristo, con el que se secó su cara camino del calvario, -en él se ve plasmado el rostro de Jesús ensangrentado-. Constituye una de las tres reliquias que presentan la faz de Cristo, reconocidas por el Vaticano. Dicho lienzo llegó a finales del siglo XV a España a manos del sacerdote, D. Pedro Mena, este lo había recibido anteriormente de un cardenal del que no nos ha llegado su nombre, con la recomendación de que lo cuidara y venerara. En un principio, el clérigo guardó la tela sagrada con otros objetos valiosos pertenecientes a la iglesia en el fondo de un arca. Pasado cierto tiempo, el sacerdote volvió a abrir el arca y encontró el lienzo extendido a la vista, en la parte superior; este fenómeno se repetió varias veces, por lo que D. Pedro Mena decidió exponer la reliquia en una tabla para su adoración. El 17 de marzo de 1489, a causa de la gran sequía imperante en ese momento, se decidió organizar una procesión con el fin de rogar a Dios la ansiada lluvia, en dicha comitiva se portaba la reliquia. Durante el paso del barranco de Lloixa, el religioso que llevaba el lienzo a sus hombros sintió repentinamente un extraordinario peso que le impedía moverse, por lo que tuvo que ser ayudado por otros religiosos para salir de aquel barranco, en ese preciso momento los asistentes pudieron observar cómo de la Santa Faz brotaba una lágrima de su ojo derecho descendiendo por su mejilla, tal fue la dimensión que alcanzó dicha lágrima, que fue posible contemplarla a gran distancia. Al poco tiempo, comenzó a llover y gracias a ello, la sequía llegó a su fin. Un año después se acordó construir en el mismo lugar del milagro, un monasterio en acto de agradecimiento. El edificio original medía 34 m de longitud y 10 m de ancho, además de un anexo que servía de vivienda para la orden encargada del cuidado del lienzo. Al principio, esta función se encomendó a la orden de San Jerónimo. Entre 1721 y 1738 fue llevada a cabo la reconstrucción de la fachada, cuyo principal objetivo consistía en mantener su construcción gótica con la introducción de elementos y soluciones de estilo barroco. A pesar de estos esfuerzos, entre 1748 y 1750 el monasterio tuvo que ser definitivamente desmantelado por peligro de derrumbe. El nuevo plan para el santuario fue presentado por José Terol y Fray Francisco Cabezas, que plantearon como solución una planta de cruz latina. La primera etapa de reconstrucción correspondió de 1751 a 1756, los trabajos de finalización se desarrollaron entre los años 1766-1785, concluyendo el altar mayor en 1826. En el siglo XX, en los años 1950 y 1985 fueron introducidas mejoras tales como la restauración de las fachadas.
El hecho singular de poseer una de las tres únicas reliquias del rostro de Jesucristo ha atraído al Monasterio de la Santa Faz a un gran número de fieles, entre ellos: reyes, jefes de estado, no solo de España, sino también de Europa y de otros rincones de nuestro planeta. La celebración de mayor raigambre la constituye la romería que tiene lugar el segundo jueves después del Jueves Santo. Dicha peregrinación tiene una duración de un día, comienza a las 8 de la mañana partiendo de la concatedral de San Nicolás de Alicante, allí son repartidas cañas con ramos de romero para los caminantes, por ello el nombre de romería. Los peregrinos acompañados de las autoridades eclesiásticas y municipales se dirigen al monasterio de la Santa Faz con el fin de rendir culto al lienzo sagrado. Después de varias horas de caminata llegarán al santuario, donde en primer lugar los clérigos y autoridades locales tendrán preferencia de acceso, el resto de los fieles deberá guardar cola religiosamente. Como culminación, la peregrinación será coronada con una solemne misa. Para todos aquellos que durante esta celebración religiosa sientan los efectos del hambre y la sed, encontrarán puestos a lo largo de la romería donde se podrán degustar productos típicos de la festividad, por ejemplo: los rollitos de anís, que tienen la forma tradicional de rosquillas bañadas en anís y azúcar, para beber: la mistela, un licor obtenido al mezclar zumo de uva y aguardiente.